Done Jakue Bidea - Camino de Santiago (Revista On - Diario de Noticias)

CAMINO DE SANTIAGO (IV)

El reyno del vino (Puente La Reina / Gares - Estella / Lizarra)

JOSÉ ANTONIO CRUZ, DIRECTOR DE ENTREVINOS - Lunes, 3 de Octubre de 2011 - Actualizado a las 19:34h
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Estella-Lizarra, visto desde las ruinas del castillo de Zalatambor.
Estella-Lizarra, visto desde las ruinas del castillo de Zalatambor. (D.N.)
  • Estella-Lizarra, visto desde las ruinas del castillo de Zalatambor.
  • Estela discoidea en Cirauqui / Zirauki.
  • Vista de Mañeru bajo la nieve.
  • Un rincón del Monasterio de Iranzu.
  • El puente de la cárcel de Estella-Lizarra.
  • Subida a la iglesia de San Pedro de la Rúa de Estella-Lizarra.
  • Una imagen de Cirauqui / Zirauki.
  • La bodega Tandem, situada en Lácar.
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Puente La Reina ha sido impresionante. El recuerdo de su paisaje, de su gastronomía y de sus vecinos, deja una huella imborrable.
Abandonamos Puente la Reina por caminos entre cereales y viñedos, y después de recorrer pocos kilómetros un crucero medieval nos da la bienvenida en Mañeru. Aquí comienza un agradable paseo con la silueta de Cirauqui al fondo. Esta localidad, que emerge sobre una colina rocosa, cuenta con dos espléndidas iglesias del siglo XIII y envuelve al viajero con sus vestigios medievales. Solamente hay una salida y la sabiduría popular la ha bautizado como calle Forzosa.

La salida de Puente La Reina hacia Estella nos va mostrando con claridad la constante superposición de culturas. Parece como si la humanidad quisiera andar nuevamente los caminos ya transitados. Es algo habitual. Los camineros utilizan las calzadas y los puentes romanos, entre otras cosas porque los romanos los construyeron con gran pericia y la elección de su trazado era la mejor. Aquí no funciona solamente la magia, lo seguro pero inexplicable racionalmente; aquí se trata de llegar cuanto antes y por el mejor camino a la meta prefijada. Cirauqui y Mañeru son testimonios vivientes de lo que digo. 

Descendemos hasta las afueras de Cirauqui para pisar un trozo de una calzada romana y un puente de la misma época, transformado en el siglo XVIII, que cruza las aguas de la regata de Iguste. La jornada continúa por pista o sobre restos intermitentes de calzada y un puente de un solo arco sobre la regata Dorrondoa. El Codex Calixtinus, del siglo XII, se despacha con el río Salado con saña. Se salvan las aguas –sí ricas en sales pero no letales– por el puente medieval de arcos ojivales, y dejando el río seguimos
hasta Lorca, localidad del valle de Yerri. A la entrada nos recibe el prominente ábside de la iglesia de San Salvador. La calle Mayor nos guía de punta a punta y a las afueras nuestro itinerario coincide un trecho con el de un sendero local que se dirige a la cruz de Maurien.
Villatuerta. Después de atravesar un paso subterráneo bajo la autovía desembocamos en Villatuerta por el puente románico sobre río Iranzu, que divide la parte más nueva con el núcleo más histórico.
Según José María Iribarren en su Vocabulario navarro, los habitantes de Villatuerta reciben el mote de torcidos. Ellos mismos se denominan villatorcidos. En su término municipal han aparecido restos de la época romana, pero el desarrollo de la villa se halla vinculado a las peregrinaciones a Compostela, ya que fue paso importante en el Camino de Santiago durante la Edad Media, como lo atestigua el puente románico sobre el río Iranzu y la gran cantidad de ermitas que se levantaron en el municipio. El Camino de Santiago discurría de Villatuerta a Irache por el término de Zarapuz, hasta que en el 1090 se funda Estella y se desvía el Camino de Santiago para que pase por la ciudad del Ega. Sus fiestas patronales en honor a San Veremundo se celebran hacia el día 8 de marzo para hacer honor al dicho popular: "Mientras el mundo sea mundo, el 8 de marzo San Veremundo".
Montejurra nos vigila, es el protector de Estella y sus alrededores. Atesora historias y leyendas que darían para un libro, pero no es nuestro afán.
Estella. Cruzamos la carretera y bajamos por una senda hasta un puente moderno y abombado sobre el Ega; el curso de este río nos llevará hasta las puertas y el origen de Estella, la rúa Curtidores por la que se llega al hospital de peregrinos. Ya hemos escrito que la capital del Ega no estaba en el Camino original, sin embargo, con los años, ha sido consustancial con él. En el año 1090 el rey Sancho Ramírez, monarca de Pamplona y Aragón, decidió fomentar el asentamiento en este lugar de francos (comerciantes, hombres libres del vasallaje a nobles y eclesiásticos), ya que se hacía necesaria una población que atendiera la afluencia de peregrinos que de toda Europa dirigían sus pasos a Santiago de
Compostela. Desvió ligeramente el primitivo trazado del camino de peregrinación y decidió construir un castillo y establecer ahí la población, en la orilla derecha del río, al pie de un pequeño relieve rocoso, aprovechando un núcleo de población ya existente desde la antigüedad. 

A lo largo de los años Estella se ha convertido en una de las capitales indiscutibles del Camino de Santiago y ha dado cabeza a la merindad de su mismo nombre. Fue sede real y de acontecimientos políticos de primer orden en la edad media y en los siglos XIX y XX. Conserva un patrimonio monumental de extraordinaria calidad, románico en su mayoría. Estella ofrece unas cuantas joyas medievales como la iglesia de San Pedro de la Rúa, del siglo XII, que posee un bellísimo claustro donde se encuentra el capitel de columnas torcidas; la iglesia de San Miguel, del siglo XII, con su maravillosa portada de estilo románico tardío; la del Santo Sepulcro, del siglo XII, también con una magnífica portada románica; la de
San Juan Bautista, del siglo XII; la de San Pedro de Lizarra, de estilo gótico; el Palacio de los Reyes, del siglo XII, con el famoso capitel que ilustra la lucha entre Roldán y el gigante Ferragut; el Castillo de Zalatambor, del siglo XII…
Los viñedos de tempranillo, de garnacha, de cabernet sauvignon o merlot, son parte indisociable del escenario. No es algo accidental o escaso. Todo el paisaje cercano está definido por viñedos herederos de los que se plantaron después de que la filoxera arrasara estas tierras a finales del XIX. A lo lejos, en el horizonte del Norte, se dibujan las Sierra de Andía y Urbasa como una gran barrera para proteger las cosechas del frío clima oceánico.

Hacemos parada en Lorca para degustar un menú peregrino el La Bodega del Camino, sencillez, tradición y buenas calorías. Y llegamos al valle de Yerri, donde hay una tradición gastronómica muy acendrada. Basten dos botones para muestra. La Ley era el almuerzo típico de hace años, cuando se cosechaba a mano. Hacia las doce más o menos se ponían en una tartera huevos cocidos, aceitunas y cebolla, todo aliñado con aceite y vinagre a gusto; dependiendo de la categoría de la familia, la ensalada podía ser más rica en ingredientes. Y el Mostillo, una comida nutritiva que alivió muchos estómagos hambrientos, especialmente los infantiles, durante la postguerra. Se hace con mosto de uva, harina, canela y nueces. Se ponen dos litros de mosto a cocer durante tres horas, dejándolo hervir hasta conseguir una especie de jarabe (es lo que se llama arrope); después se hierve con un poco de harina previamente diluida y los trozos de nuez. Este mostillo se comía como postre frío. Y para que nos hagamos una idea, de 25 litros de mosto, se consiguen tres litros de arrope. 

La importancia del río Ega a su paso por Estella es que ha contribuido a proporcionar una gran fertilidad a su tierra, como queda reflejado en la gran variedad de verduras y hortalizas que llenan sus mesas y que son la base de algunos platos típicos de la ciudad: las alubias pochas que se toman en verano antes de que se lleguen a secar, las alubias rojas (denominadas aquí calbotes), etc. Los pescados también enriquecen la dieta de los estelleses, donde además de la trucha a la navarra (frita y con jamón), es muy típico el bacalao (abadejo) al ajoarriero, plato que se convierte en las fiestas de agosto en una de las estrellas de los concursos gastronómicos. En cuanto a las carnes, es plato característico el cochinillo asado, que aquí recibe el nombre de gorrín. Un plato típico que se consume durante las ferias de San Andrés son las habas con rabo y oreja de cerdo, que hoy se suele sustituir por las alubias rojas o calbotes. 

Pasad por La Cepa o por el Astarriaga, en la plaza de los Fueros, o por el Aljama enfrente de la Casa de Cultura, y veréis que lo que digo se come y se disfruta. 

En el entorno se hacen buenos quesos de oveja, de Idiazabal y de Urbasa, así como vinos de gran calidad; sin ir más lejos en las bodegas Tandem, en Lácar. También es muy típica la recogida de setas y de trufas, así como las endrinas (también conocidas como arañones o pacharanes) para hacer pacharán. Y las Rocas del Puy de Estella, un bombón típico a base de avellanas y chocolate.

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